miércoles, 23 de julio de 2014

Los agentes de la globalización

Los agentes de la globalización

Los organismos internacionales que promueven y regulan la dinámica de la globalización, “el consejo de vigilancia planetaria”, son la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se oponen a las barreras arancelarias y a todo tipo de reglamentación que obstaculice la libre circulación de capitales y mercancías. Por ejemplo, la OMC, que
sustituyó al GATT, en 1995, se abroga el poder sobre los países miembros de calificar si las legislaciones nacionales en materia de trabajo, ambiente o salud pública son “contrarias a la libertad de comercio” o no, y exigir su derogación, por encima de la soberanía de esas naciones.
La globalización de los mercados, intercambio internacional de bienes y servicios, se vio favorecida con el desarrollo de la revolución informática. Tal incremento se debió, sobre todo, al uso de las computadoras personales a inicios de los ochenta. Se ha creado así, una economía capitalista interconectada que abarca todo el planeta, a través de la cual se realizan la mayoría de las transacciones financieras. Las tecnologías electrónicas y los sistemas modernos de transporte y comunicaciones permiten que esta red financiera y de
negocios funcione de manera eficiente. Podemos decir que, por primera vez en la historia, todo el planeta está organizado en torno a un conjunto de reglas económicas comunes. Esta revolución de las tecnologías de la información ha acelerado la concentración de capital y de poder en las empresas transnacionales.
Los defensores de la globalización argumentan que no es posible ni deseable imponer algún tipo de regulación social o política a la economía mundializada, por ser una vía para el crecimiento y la prosperidad económica de todos los países del orbe; sin embargo, para todos es evidente que el libre flujo de mercancías y capitales ha beneficiado a los grandes consorcios transnacionales, en perjuicio de las economías de países en vías de desarrollo, como México, que han visto crecer el abismo que los separa de las potencias más ricas del planeta, el llamado grupo de los siete (G7): Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia, Japón y Canadá. Los globalizadores son este selecto club de países, los globalizados son los países emergentes que han padecido los estragos de las crisis financieras globalizadas.
Varias de las crisis económicas por las que han atravesado los países emergentes han sido generadas por el capital financiero. La salida masiva de capitales de un país determinado lo obliga a rematar sus fuentes estratégicas de riqueza como los hidrocarburos y las telecomunicaciones, a favor de las empresas transnacionales. Así, las economías nacionales están controladas por los mercados financieros y por las transnacionales. (INITE, 2009).

La globalización en el mundo actual

La globalización en el mundo actual

Aunque el proceso de globalización no es reciente, pues surgió con el capitalismo hace ya cerca de 500 años, el tipo de globalización que hoy vivimos tiene características particulares. Actualmente está asociada a las medidas instrumentadas por empresas y gobiernos, desde mediados de la década de los setenta, para reestructurar el sistema capitalista que había entrado en crisis.
Tales medidas se sistematizaron en el Consenso de Washington. En un principio se trató de un listado de políticas económicas consideradas por los organismos financieros internacionales para los países latinoamericanos, con el objetivo de impulsar su crecimiento, tras la crisis del modelo de desarrollo de sustitución de importaciones. Posteriormente se convirtió en un programa de aplicación mundial
que implicó la instrumentación de medidas como las siguientes: disciplina fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma impositiva, liberalización de las tasas de interés, una tasa de cambio competitiva, liberalización del comercio internacional y entrada de inversiones extranjeras directas, privatización, desregulación laboral y derechos de propiedad.
Estas acciones tuvieron como objetivo incrementar la acumulación del capital y la productividad de las empresas por medio de tres estrategias:

a) Disminuir el costo del trabajo: salarios bajos, desregulación de las relaciones laborales, debilitamiento del sindicalismo, entre otras medidas.
b) Debilitar el papel del Estado como redistribuidor de la riqueza: privatización de sectores económicos y servicios públicos; programas de ajuste estructural y de austeridad impuestas por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI); reducir el pago tributario de las empresas.
c) Fomentar el libre cambio: eliminar obstáculos al flujo de mercancías y capitales en el mundo.

La supremacía del imperio estadounidense

Interpretación del nuevo orden mundial y hegemonía estadounidense 

Estados Unidos se convirtió en la única potencia mundial después de la desaparición del mundo bipolar. El fin de ese mundo estuvo marcado por el cese del conflicto político-ideológico Este-Oeste entre la Unión Soviética y Estados Unidos, después de la desaparición de la URSS, y por el colapso del socialismo real, que tuvo como inicio significativo la caída del Muro de Berlín, que dividía Alemania en dos.
Esta nueva hegemonía no significó el fin de los conflictos bélicos que habían caracterizado la época anterior. Por el contrario, se produjeron constantes enfrentamientos que permitieron asentar la supremacía política y comercial de Estados Unidos. Sin embargo, análisis recientes de la situación mundial han señalado la crisis cada vez más fuerte de Estados Unidos, que está dando paso a una hegemonía multilateral, con nuevos países emergentes.

La supremacía del imperio estadounidense 

La caída de la Unión Soviética dejó a Estados Unidos sin un contrapeso en el escenario mundial, lo que le permitió consolidarse como la primera potencia militar con intereses financieros, industriales y comerciales en diversas partes del mundo. Desde esta posición el gobierno estadounidense ha buscado ejercer protectorados militares en regiones estratégicas para la economía capitalista. Las políticas estadounidenses deciden, de manera unilateral, cuándo y cómo intervenir en cualquier nación, ante trastornos políticos, religiosos o sociales, con el objetivo de asegurar el comercio y los intereses financieros de las empresas que ese país representa. En este programa de supremacía global, el presupuesto militar continúa siendo fundamental, a tal grado que no ha sufrido grandes cambios, no obstante el fin de la Guerra Fría.
La idea de la supremacía norteamericana fue expresada por Les Aspin, secretario de Estado en la administración de Bill Clinton, quien declaró que Estados Unidos debe ser la única nación del mundo que mantiene.
Durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, la política internacional de Estados Unidos ha debilitado la influencia de los organismos e instituciones internacionales, que habían sido fuentes de derecho para las relaciones entre Estados. La ONU, por ejemplo, ha sido incapaz de contener las acciones intervencionistas de Estados Unidos en distintas partes del mundo.
En el caso de los derechos humanos, el gobierno estadounidense se ha negado a reconocer las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la situación de los presos que Estados Unidos tiene en Guantánamo, con el argumento de que son “enemigos de la democracia y de la libertad”. El gobierno estadounidense tampoco ha reconocido el estatus de la Corte  Internacional de la Haya para juzgar a criminales de guerra.
La política estadounidense posterior a la desintegración del socialismo real, fue iniciada bajo el régimen del presidente George Bush, padre. En enero de 1991, este personaje declaró, mientras sus aviones bombardeaban Bagdad y Basora, que Estados Unidos lideraría “un nuevo orden mundial en el que diversas naciones se unirían en una causa común para lograr las aspiraciones universales de la humanidad: paz y seguridad, libertad y el imperio de la ley”.
Estados Unidos logró, por un tiempo, ejercer la supremacía en la economía mundial, convirtiéndose en el capital dominante en las finanzas, en la farmacéutica y en la biotecnología, así como en las tecnologías de la información y en el comercio; es decir, en los sectores más importantes de la “nueva economía”.

Desarrollo de la división del trabajo.

Desarrollo de la división del trabajo. 

Aunque hoy día la diversificación del trabajo es mucho mayor que en otras épocas, esto no significa que sea un asunto que date de fecha reciente. De hecho, la división del trabajo existe desde el inicio de la vida del hombre en comunidad. Se calcula que la primera división natural del trabajo y relacionada con las labores más elementales para la subsistencia, ocurrió incluso antes de que los primates adquirieran plenamente características que ahora se consideran humanas. Los antropólogos piensan que esta división se basó sobre todo en impulsos instintivos, en mecanismos prácticos que tomaron en cuenta la edad y la condición de cada individuo. Así, por ejemplo, se cree que los varones jóvenes se dedicaban a la caza y la pesca, así como a la guerra con otras tribus, mientras los niños y los ancianos desempeñaban tareas de recolección, y las mujeres en etapa de crianza de los hijos se ocupaban de ellos como su tarea primordial.
Con el tiempo vino la que podría llamarse primera división social del trabajo, cuando las tribus hicieron a un lado la caza y la pesca y comenzaron a practicar la agricultura y la ganadería, agrícolas y las que prefirieron la ganadería.
Esta etapa estuvo relacionada con varios cambios en la forma de vida de nuestros ancestros. Por un lado propició que las tribus se volvieran sedentarias, que ya no tuvieran que ir de un lugar a otro en busca de alimento mediante la caza, la pesca o la recolección.
Ahora podían establecerse en un solo sitio, pues contaban con los alimentos que les ofrecían la agricultura y la cría de ganado.
Estas nuevas actividades también permitieron que empezara a haber un sobrante de recursos, que se produjeran bienes más allá de los que se requerían para la subsistencia de la tribu.
A la división entre agricultores y ganaderos siguió otra diversificación laboral: el trabajo artes anal determinó una nueva división del trabajo. Hubo entonces ganaderos, agricultores y artesanos. Pero no todos los artesanos se ocuparon de lo mismo; algunos se dedicaron a producir orfebrería, otros se centraron en los textiles, algunos más prefirieron la carpintería, etc. Es decir, se crearon divisiones de trabajo dentro de la misma rama artesanal. Los artesanos adquirieron una nueva relación dentro de su comunidad.
En su momento, también el comercio se separó de las demás ramas de actividad. Lo mismo ocurrió con los sacerdotes, que dejaron de realizar trabajo físico para ocuparse de los asuntos exclusivamente espirituales.
Más adelante, con la evolución social, vino otra gran división social del trabajo de enorme trascendencia: la separación entre el trabajo manual y el trabajo intelectual.
Con la evolución de la sociedad, el desarrollo de las labores productivas ha ido motivando una mayor diferenciación de las actividades. En principio, la producción se ha dividido en diferentes ramas o sectores. Por un lado, la producción agrícola y por otro la industrial.
Además, en cada una de estas áreas hay especializaciones: producción de granos básicos, de hortalizas, de forraje, etc., producción química, metalúrgica, automotriz, etc. También hay división del trabajo entre la producción industrial o agrícola y la
comercialización o distribución de los productos.

Naturaleza y desarrollo social


Naturaleza y desarrollo social 



La relación entre los seres humanos y la naturaleza ha ido cambiando y continua modificándose a través de la historia. Como decíamos antes, el hombre se relaciona con la naturaleza mediante el trabajo, y esta relación toma diversas modalidades de acuerdo con el tipo de sociedad de que se trate.
Mientras más rudimentaria es una comunidad, mayor influencia tiene la 'naturaleza en su funcionamiento. En particular, el medio geográfico es determinante para el tipo de sociedad que se desarrolla en cada lugar.
Esto debido a que, en las sociedades preindustriales, la fuerza de trabajo en las industrias extractivas se emplea de manera abrumadora: minería, pesca, silvicultura, agricultura.
La vida en estas sociedades era un juego contra la naturaleza: se trabajaba con la fuerza muscular, con los métodos tradicionales, y el sentido de la producción estaba condicionado por la dependencia a los elementos naturales: las estaciones, la naturaleza del suelo, la cantidad de agua; el ritmo del trabajo variaba con las estaciones y las tormentas.
A medida que las sociedades evolucionan y adquieren mayor dominio sobre la naturaleza, ésta va teniendo menos influencia en la propia sociedad. Conforme las sociedades se vuelven más grandes y complejas, se incrementa -para bien y para mal- la acción del hombre sobre la naturaleza, intervención que puede ser desde muy favorable hasta extremadamente perjudicial.
Por un lado, puede llegar a controlar los efectos del clima en los cultivos por medio del riego artificial, ésta es, sin duda, una intervención benéfica, pero, por otra parte, cuando la acción es irreflexiva y no se calculan sus consecuencias, puede provocar graves dai1os, como ocurre hoy día con la desaparición total de diversas especies animales de tierra yagua debido a la caza y la pesca irracionales, o como sucede con el exterminio de los bosques o la destrucción de la capa de ozono. Por eso se dice que el trabajo del hombre no sólo ofrece beneficios, sino que también puede ser irracional y devastador.
Para comprender al ser humano en sociedad es necesario considerar el medio en el que se desenvuelve, su hábitat (naturaleza), pero no
sólo eso. También se necesita tomar en cuenta su medio sociocultural. El hombre influye sobre la naturaleza para adecuarla a las condiciones más favorables para él. A este proceso se le llama humanización. La humanización es el proceso mediante el cual el ser humano ajusta las condiciones de la naturaleza a las suyas propias

Grecia

Grecia


Periodizacion de la historia de grecia


Cultura minoica o cretense

Creta fue el escenario de la cultura minoica llamada así en honor del legendario rey Minos. Durante el cuarto milenio a.n.e., los pobladores de la isla vivían de la agricultura, producían cerámica y construyeron las primeras ciudades. Pero a finales del tercer milenio se produjo un cambio debido a la llegada de migrantes procedentes de Asia Menor, que pertenecían a una civilización más avanzada y conocían el manejo del bronce.
Éste fue el inicio del minoico medio, que se caracterizó por la construcción de grandes centros de poder y la expansión marítima. Sus barcos de velas y remos, que recorrían sobre todo las costas del Mediterráneo oriental eran su fuerza primordial, de manera que pudieron imponer en otros pueblos el pago de tributo y condiciones de intercambio comercial, por lo que se puede hablar de una talasocracia o imperio marítimo. Cnosos se convirtió en el centro más poderoso de la isla de Creta, aunque también hubo otros importantes, como Festos, Haghia Triada y Mallia.
Los centros de poder minoico eran asentamientos con grandes palacios que poseían una estructura laberíntica.
Los cretenses vivían de la agricultura, el comercio y la artesanía. Cultivaban muchos de los productos más típicos del Mediterráneo (trigo, cebada, higos, peras, uvas, olivo), que completaban con productos ganaderos (bueyes, cerdos, cabras) y pesqueros (pulpo, atún). Creta tenía amplias redes de intercambio comercial vía marítima con otros pueblos. Dentro del palacio, los artesanos fabricaban una extensa variedad de piezas de cerámica de distintos tamaños y para los granos había grandes jarrones que llegaban a medir hasta dos metros con motivos decorativos vegetales y animales, algunos realistas y otros estilizados, así como líneas espirales.
La religión minoica era naturalista. Los cretenses adoraban principalmente a una deidad femenina, la Señora de la Naturaleza; también al Señor de los Animales y, la más representada, era la Señora de las Serpientes, animal que aparecía enroscado en sus brazos. Uno de los cultos más famosos es el del toro, que recuerda a la figura del Minotauro.

Cultura aquea o micénica 

El pueblo aqueo transmitió a los griegos diversos elementos culturales. Procedentes del norte de Europa, los aqueos ocuparon la actual península de los Balcanes hacia el año 2 mil a.n.e. En los siglos siguientes se desplazaron por diversas zonas que después conformaron la Hélade: Macedonia, Tesalia, Beocia, el Ática y el Peloponeso. En el siglo . a.n.e. iniciaron una expansión marítima, cuyo primer objetivo fue la isla de

Creta, conquistada debido a que en aquellos tiempos el poder minoico se encontraba debilitado. Posteriormente, los aqueos continuaron su trayectoria de conquista hacia Chipre, las islas del Mar Egeo y Asia Menor, hasta llegar a la zona de la Tróade, hecho que se conecta con la legendaria guerra de Troya. De esta forma, los aqueos se convirtieron en la nueva talasocracia del Mediterráneo oriental.
Los aqueos estaban organizados en una confederación de reinos (según la tradición eran doce), independientes en cuanto a su gobierno y economía, pero unidos en empresas bélicas y en algunas festividades religiosas. Cada reino estaba encabezado por un rey y la sede del poder se ubicaba en una acrópolis, es decir, en lo alto de una colina había un conjunto arquitectónico rodeado por gruesos muros, cuyo núcleo era un palacio. Las excavaciones arqueológicas han dejado al descubierto restos de palacios aqueos, principalmente en Micenas, Tirinto, Pilos, Atenas,Tebas y, como se señaló arriba, en Cnosos.
El rey aqueo o wanax, como aparece mencionado en algunas tablilla tenía un poder centralizado, similar al del Minos cretense, ejercía funciones administrativas, judiciales, legislativas, ejecutivas, militares y religiosas. Las tablillas registran dos vocablos junto al de wanax: el de lawagetas y el de potnia. El primero se ha identificado como un jefe del ejército y la segunda es una figura femenina a la que se ha atribuido identidad de diosa o de reina.
La sociedad aquea estaba dividida en gens o familias amplias, que al crecer formaban fratrias y éstas a su vez filias, que eran los grupos más amplios. En este conjunto había familias dominantes que conformaban la nobleza gobernante, de manera que la sociedad adquirió una estructura jerarquizada.

Época homérica 

A raíz de la invasión doria, surgieron distintas formas de sociedad en lo que fuera la región dominada por los aqueos. Tales diferencias se dieron en función de las condiciones particulares de cada territorio y el impacto que ahí tuvo la invasión. Hubo zonas que no fueron ocupadas debido a la pobreza de su suelo, como fue el caso de Atenas, pues los invasores buscaban tierras fértiles. Otras, en cambio, fueron conquistadas y los dorios se impusieron sobre la población nativa. Y en la zona de Jonia fue donde se formó la sociedad homérica, cuyo retrato es expuesto principalmente en el poema heroico la Odisea.
La estructura económica de la sociedad homérica giró en torno de pequeñas comunidades cuyo núcleo era el oikos, formado por una familia con una parcela y una casa. Dadas sus dimensiones reducidas, las familias del oikos eran grupos pequeños que vivían con cierta independencia de la gens tradicional, si bien en la sociedad homérica se conservó para otros fines —como el de las guerras— la división de gens, fratrias y filias.
Los poemas homéricos sugieren la importancia que en esta sociedad adquirió el consumo de carne, por lo que se criaba principalmente ganado vacuno y bovino, además de puercos, ovejas y cabras. Entre los productos agrícolas destaca el trigo, la vid, el olivo, higos, peras, castañas, ajos y cebollas, entre otros. Al lado del tradicional aceite de olivo, aumentó el consumo de leche y queso, y se hizo cotidiano beber vino. Las técnicas agrícolas consistían en el uso del arado y el abono.. La mujer en esta sociedad ocupó un papel dependiente económicamente del hombre y, por lo tanto, quedó subordinada a su autoridad. Sin embargo, la figura femenina era respetada dentro de la familia.
Las familias homéricas en los primeros tiempo
s vivían en condiciones similares, pues todos al emigrar habían padecido de peligros comunes e inseguridad. Pero paulatinamente surgieron diferencias en el seno de la sociedad. La guerra era una actividad que confería honor a los triunfadores y los convertía en héroes.
Época arcaica
La mejora de las técnicas de agricultura, la autosuficiencia del oikos, la acumulación de bienes muebles en algunas familias y el trabajo esclavo, produjeron un incremento de la población, por lo que la antigua propiedad familiar resultó insuficiente. se permitió legalmente la enajenación de tierras, con lo que surgió la propiedad privada sobre los bienes inmuebles.
Entre las formas de enajenación de las tierras, cabe mencionar las deudas que los campesinos de escasos recursos contraían en épocas difíciles (guerras, inundaciones, entre otros factores), poniendo como garantía sus tierras La esclavitud por deudas se extendió en los primeros tiempos de la época arcaica.
Se conformó una sociedad de clases. Los aristoi eran los propietarios de las mejores y más extensas tierras. Los georgoi eran los pequeños campesinos. Los thetes eran jornaleros sin tierras. Artesanos (demiurgoi) y comerciantes (con distintas denominaciones de acuerdo con su práctica específica), no tenían tierras pero sí un pequeño capital que les permitía vivir por cuenta propia. Al final de la escala social, los esclavos eran en sí mismos propiedad privada o posesión estatal, dependiendo del lugar.
El comercio y la artesanía adquirieron un carácter privado y los griegos iniciaron un intercambio a nivel internacional. Como queda dicho, en la época arcaica los griegos colonizaron distintos lugares del Mediterráneo y del Mar Negro. La circulación de textiles, cerámica, metales y otros productos requirió de un sistema de pesos y medidas y las monedas griegas comenzaron a circular. El comercio griego se desarrolló vía marítima, por lo que hubo innovaciones en las técnicas de navegación (en esta época apareció el trirreme, embarcación con tres hileras de remeros) y se construyeron puertos. Como resultado de estos cambios surgió en el mundo griego la polis, una nueva forma de Estado que comprendía un pequeño territorio (si se compara con los estados actuales), definido por fronteras naturales, con un núcleo urbano y una zona rural conformada por aldeas. La artesanía y el comercio se concentraron en la parte urbana, en mercados y barrios especializados. De ahí que también muchos cultos se trasladaran a la ciudad y se construyeran templos. Y dado que la población se concentró en las ciudades, éstas fueron el foco de la vida política. El ágora era una plaza con funciones de mercado y con el tiempo se convirtió en centro de reuniones políticas. Cobró importancia la figura del ciudadano, hombre libre perteneciente a la polis con una serie de derechos y obligaciones para con su comunidad y cuya principal obligación era el servicio militar. La
libertad comenzó a concebirse como una condición humana valiosa, pues sólo los que poseían libertad gozaban de derechos y podían tomar decisiones en mayor o menor medida con respecto a su porvenir. Ahora bien, la situación económica también era importante pues solamente el que era propietario podía ser plenamente libre.
En la polis de la época arcaica hubo dos formas principales de gobierno: la aristocracia y la tiranía. La primera se dio como resultado del fortalecimiento de los aristoi, quienes dominaron la política a través de la gerusía, organismo que impartía justicia y legislaba en función de los intereses de ese grupo. La tiranía fue producto de las luchas sociales, pues en el conflicto de intereses por las tierras. El tirano era respetado por
su comunidad y sólo cuando algunos tiranos abusaron del poder, el cargo se desprestigió.

Época clásica 

En el siglo VI a.n.e., los griegos de Jonia quedaron sometidos al imperio persa, como resultado de una expansión que se inició durante el reinado de Ciro el Grande y que abarcó amplias zonas, desde Asia Central hasta la zona sirio-palestina y Egipto. Pero en el año 500 a.n.e. se inició una
insurrección de los jonios, lo que tradicionalmente se ha fijado como el comienzo de la época clásica en Grecia. Durante las guerras contra los persas se utilizaron espías, embajadores y diferentes estrategias militares.
Durante el conflicto con los persas se había establecido una liga panhelénica cuya dirección estuvo a cargo de los espartanos, pero cuando pasó el peligro de invasión a su territorio no les interesó continuar en la guerra. En cambio, los atenienses tenían la intención de desalojar a los persas del Helesponto para imponer sus condiciones comerciales, pues los persas habían dejado el dominio del comercio marítimo de esta zona en
manos de los fenicios.
Mientras tanto, en el interior de Atenas se suscitaron conflictos políticos entre los aristócratas, que daban prioridad a los intereses vinculados con la tierra, y los demócratas, que representaban a los comerciantes y artesanos, los cuales se habían beneficiado con la guerra. En este contexto apareció un nuevo líder, Pericles, quien se enfrentó a la aristocracia y fue elegido sucesivamente como estratega. La asamblea popular o ecclesia se convirtió en el principal órgano de gobierno; ahí se designaban a los magistrados por elección o sorteo, se decidían las leyes y se ejercían funciones judiciales.
En medio de estas circunstancias se produjo una gran confrontación en el mundo griego, que desde la perspectiva del historiador Tucídides era la mayor de cuantas guerras habían existido. La Guerra del Peloponeso (431-404 a.n.e.) enfrentó a Atenas y Esparta a causa de sus rivalidades. La Guerra del Peloponeso fue una lucha por la hegemonía. La guerra se desarrolló primeramente en la Hélade, después se trasladó a Magna Grecia y Sicilia y, por último, se involucraron los pueblos de Jonia, aliados de los atenienses pero descontentos ante su dominio. En la fase final se unieron la liga del Peloponeso y los aliados inconformes de Atenas con los persas, quienes vieron una oportunidad para volver a intervenir en los asuntos griegos y fortalecerse. La guerra concluyó con la derrota de Atenas, que perdió su imperio y en su interior se produjo una crisis económica.

Época helenística

En tanto las póleis se enfrentaban a un desgaste en lo político y económico y los contrastes sociales se intensificaban, en el norte se fortalecía un reino, el de Macedonia.
Los macedonios, pueblo de pastores con fuertes lazos gentilicios y una nobleza dominante, eran considerados un reino atrasado, que apenas había sido aceptado como Estado griego a principios del siglo V a.n.e. Sin embargo, había desarrollado paulatinamente un comercio rentable, con la exportación de maderas, materia prima fundamental para la construcción de barcos, muy demandada durante las guerras por la hegemonía.
A la muerte de Filipo II lo sucedió en el trono su hijo Alejandro (356-323 a.n.e.), que fue respaldado por los oficiales leales a su padre. En su
formación Alejandro recibió distintas influencias: de su padre la forma de conducir un Estado y sus ejércitos, de su madre gran parte de su
carácter, de su tío Leónidas enseñanzas militares y de su maestro, el filósofo Aristóteles, conocimientos de política, geografía, historia y filosofía.
Al ocupar el trono se propuso continuar las conquistas iniciadas por su padre. Primero reafirmó la hegemonía de Macedonia en la Hélade y
después extendió sus dominios. En los siguientes años, Alejandro Magno construyó un imperio por medio de la conquista de amplios territorios: el imperio persa, ya debilitado, Egipto y parte de India. Pero cuando comenzaba los preparativos para una campaña en la península arábiga murió, al parecer víctima de malaria. Su temprana muerte le impidió consolidar el imperio.
Alejandro, uno de los personajes más admirados de la historia, concibió un proyecto de imperio universal con la integración de los pueblos conquistados bajo su mando. Fundó plazas militares que dieron origen a colonias griegas y con el tiempo se convirtieron en centros de
intercambio comercial (se formó una ruta entre el golfo Pérsico y India), para lo cual estableció un sistema monetario unificado. Alejandro gobernó con un poder centralizado e introdujo ceremonias de la monarquía persa, como la postración y, bajo influencias egipcias, se convirtió en un dios vivo al que se le rendía culto.
Las atribuciones que Alejandro adquirió como gobernante no fueron bien recibidas por algunos miembros de la nobleza macedonia que trabajaban dentro del aparato gubernamental, por lo que no faltaron las traiciones. Pero Alejandro las castigó con la muerte.
Con el deceso de Alejandro Magno se iniciaron las disputas por ocupar su lugar. El imperio de Alejandro se dividió en tres grandes reinos que tomaron el nombre de los generales que asumieron el poder en cada lugar: el Antigónida (por Antígono, en Macedonia), el Ptolomeo (en Egipto, gobernado por la dinastía Ptolomea) y el Seléucida (por Seleuco, en Asia occidental). En los siglos III y II a.n.e. perduró una rivalidad entre los grandes reinos que tenían la pretensión de revivir el antiguo imperio de Alejandro y, por lo tanto, de conquistar a sus rivales y a los reinos pequeños (como Rodas, Pérgamo y el del Ponto), mientras estos últimos intentaban mantener su independencia. Pero en el siglo II a.n.e. unos y
otros sucumbieron bajo el poder de Roma.
Si el imperio de Alejandro no permaneció unido, en cambio, en materia cultural, lo griego se abrió a las influencias de los pueblos orientales con los que entró en contacto; en especial, con los egipcios y los persas, incluida en estos últimos su tradición mesopotámica. La cultura helenística fue entonces el sincretismo entre lo griego y lo bárbaro.