Interpretación del nuevo orden mundial y hegemonía estadounidense
Estados Unidos se convirtió en la única potencia mundial después de la desaparición del mundo bipolar. El fin de ese mundo estuvo marcado por el cese del conflicto político-ideológico Este-Oeste entre la Unión Soviética y Estados Unidos, después de la desaparición de la URSS, y por el colapso del socialismo real, que tuvo como inicio significativo la caída del Muro de Berlín, que dividía Alemania en dos.Esta nueva hegemonía no significó el fin de los conflictos bélicos que habían caracterizado la época anterior. Por el contrario, se produjeron constantes enfrentamientos que permitieron asentar la supremacía política y comercial de Estados Unidos. Sin embargo, análisis recientes de la situación mundial han señalado la crisis cada vez más fuerte de Estados Unidos, que está dando paso a una hegemonía multilateral, con nuevos países emergentes.
La supremacía del imperio estadounidense
La caída de la Unión Soviética dejó a Estados Unidos sin un contrapeso en el escenario mundial, lo que le permitió consolidarse como la primera potencia militar con intereses financieros, industriales y comerciales en diversas partes del mundo. Desde esta posición el gobierno estadounidense ha buscado ejercer protectorados militares en regiones estratégicas para la economía capitalista. Las políticas estadounidenses deciden, de manera unilateral, cuándo y cómo intervenir en cualquier nación, ante trastornos políticos, religiosos o sociales, con el objetivo de asegurar el comercio y los intereses financieros de las empresas que ese país representa. En este programa de supremacía global, el presupuesto militar continúa siendo fundamental, a tal grado que no ha sufrido grandes cambios, no obstante el fin de la Guerra Fría.La idea de la supremacía norteamericana fue expresada por Les Aspin, secretario de Estado en la administración de Bill Clinton, quien declaró que Estados Unidos debe ser la única nación del mundo que mantiene.
Durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, la política internacional de Estados Unidos ha debilitado la influencia de los organismos e instituciones internacionales, que habían sido fuentes de derecho para las relaciones entre Estados. La ONU, por ejemplo, ha sido incapaz de contener las acciones intervencionistas de Estados Unidos en distintas partes del mundo.
En el caso de los derechos humanos, el gobierno estadounidense se ha negado a reconocer las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la situación de los presos que Estados Unidos tiene en Guantánamo, con el argumento de que son “enemigos de la democracia y de la libertad”. El gobierno estadounidense tampoco ha reconocido el estatus de la Corte Internacional de la Haya para juzgar a criminales de guerra.
La política estadounidense posterior a la desintegración del socialismo real, fue iniciada bajo el régimen del presidente George Bush, padre. En enero de 1991, este personaje declaró, mientras sus aviones bombardeaban Bagdad y Basora, que Estados Unidos lideraría “un nuevo orden mundial en el que diversas naciones se unirían en una causa común para lograr las aspiraciones universales de la humanidad: paz y seguridad, libertad y el imperio de la ley”.
Estados Unidos logró, por un tiempo, ejercer la supremacía en la economía mundial, convirtiéndose en el capital dominante en las finanzas, en la farmacéutica y en la biotecnología, así como en las tecnologías de la información y en el comercio; es decir, en los sectores más importantes de la “nueva economía”.
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